martes, 30 de septiembre de 2008

El Apretón

Hubo una vez que Jesús iba de camino a sanar la hija de Jairo. Dice la Biblia que la multitud lo oprimía (en buen pueltorriqueño: “el corillo estaba kangri”) y, de repente, Él paró. El bullicio de la gente fue muriendo y pregunta Jesús:

—¿Quién me tocó?


Entonces Pedro, siempre con la boca antes del cerebro, dijo: “La multitud te aprieta y tú preguntas ‘¿Quién me tocó?’”


—Alguien me tocó –dijo Jesús, mirando a su alrededor—porque ha salido poder de mí.


Ya sabemos lo que pasó: una mujer con “flujo de sangre desde hace doce años”, se había propuesto tocar el borde del manto de Cristo porque ella sabía, sin lugar a duda, que iba a ser sanada. Puedes leer el relato entero, con detalles incluidos, en Lucas 8:40 – 48.


Hay una moraleja de fe bastante obvia en todo esto: la mujer creía que iba a ser sanada de tan solo tocarlo – y lo fue. Todos sabemos que el que pide (en Dios) recibe, el que busca encuentra y al que llama, se le abre (Mateo 7:7). Sin embargo, estoy seguro de que todas esas personas del corillo estaban en esas: querían que Jesús les hablase, los sanase o querían que hiciera algo maravilloso, fabuloso y milagroso. De hecho, todos lo apretaban…


Pero sólo una lo tocó.


Está brutal que fue sana, pero me resulta súper interesante el hecho de que ella fue la única que verdaderamente llegó a Jesús – que lo llegó a tocar, que sintió Su poder obrando en ella y fue testigo de un milagro en su propio cuerpo. ¡Wow! ¡Que clase de fe! ¡Igualíta que la mía!


*coquí… coquí*


Okay, vamos a empezar por aquí: tenemos que tener en cuenta que la fe es mucho más que sencillamente creer. Los demonios también creen (Santiago 2:19). Fe es estar convencido. ¿Qué pasa cuando uno está convencido? Por ejemplo: cuando tu estás convencido que, si te pones a estudiar un montón, vas a sacar buena nota, ¿no es a eso que te mueves? Cuando estás convencido que, si haces un buen trabajo en tu lugar de empleo, te van a dar un aumento de sueldo, ¿no haces todo lo posible para que eso suceda? Pues de la misma manera es la fe. La mujer estaba convencida de que si ella tocaba el manto del Maestro, ella iba a ser sanada. Y lo logró. Fue la única que pudo tocarlo. Cuando uno está convencido de algo, uno toma acción hacia ello y hace lo posible por alcanzarlo.


La fe implica acción. Si lees Hebreos 11, ninguno, absolutamente ninguno de los héroes bíblicos mencionados sencillamente creyeron. Nota los verbos: “Por la fe, Abel ofreció […]”, “Por la fe, Enoc fue transpuesto […]”, “Por la fe, Noé […] preparó […]”, “Por la fe, Abraham […] obedeció […], “Por la fe también la misma Sara […] recibió […]”, et cétera, et cétera, et cétera. Dice el versículo 33 y 34 (de Hebreos 11): “Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas [y] pusieron en fuga ejércitos extranjeros.” Dice la en Santiago, además que la fe sin obras es muerta.


“Okay, pero ¿Cómo lo aplico?”


Dice la palabra que la fe viene por el oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Empieza congregándote en una iglesia. Escuchando cómo mejorar tu caminar con Cristo y testimonios de lo que Dios aún hace entre su pueblo, definitivamente hace crecer la fe en uno. También la fe crece leyendo – y creyendo – la Palabra de Dios, por su puesto. Ten certeza de que las promesas que Dios nos da en su Palabra van a ser cumplidas. Busca los mandatos que nos da Dios y cúmplelos. ¿Cómo se siente tu fe después que compartes el plan de salvación con otra persona? Bien brutal, ¿verdad? Pues, no dejes de hacerlo: dice Santiago (1:22-24) que no debemos sólo escuchar la Palabra, sino que la debemos poner en práctica. Por último (¡duh!) hay que tener una vida de oración. Sacar tiempo para orar es un acto de fe en si mismo, porque el que se quiere acercar al Trono de Dios, tiene que creer que Dios está sentado en él (Hebreos 11:6).


Cuando tu respaldas tu fe con obras, la gente se va dando cuenta de que eres raro(a): tu “sí” es “sí” y tu “no” es “no” (Santiago 5:12); cuando todos están estrésicos tu estás confiado(a) (2 Corintios 5:6); cuando todos quieren hacer algo injusto, abogas por la justicia (Habacuc 2:4); et cétera. Y es aquí que te das cuenta de que ya no eres del corillo que aprieta a Jesús.


Eres de los que llegan a tocarlo.


Fuente: 180magazine

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