martes, 23 de septiembre de 2008

¡¿Jesús dijo qué?!

¿Alguna vez te has metido en un problema porque alguien malinterpretó algo que dijiste? Después viene alguien a preguntarte: “¿que tú dijiste qué?” Es triste que 2000 años después malinterpretemos las cosas que dijo Jesús. Uno de esos casos es Marcos 10:17-23. Es el famoso encuentro de Jesús con el joven rico. Tal vez piensas que voy a hablar sobre la relación entre los ricos y el cielo – algo para lo que se usa mucho dicho pasaje – pero no. Esta vez me interesan los versos 17 y 18. Aquí, vemos que este joven se tira a los pies de Jesús y le dice: “Maestro bueno: ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Aquí entra la parte que puede confundirnos, porque Jesús le contesta: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.” Si leemos esto sin detenernos a estudiar la escena, podemos llegar a una conclusión que tendría grandes implicaciones para nuestra fe. Podríamos deducir que Jesús quiere decir que él no es bueno y, más aún, que no es Dios. Sólo esas dos afirmaciones destruirían nuestra fe. Pero, nuevamente, eso ocurre si leemos sin detenimiento.

Primero que nada, rara es la vez que Jesús hace una pregunta esperando una simple respuesta. Generalmente, son preguntas con el propósito de hacer pensar a la gente. Por ejemplo, en una ocasión en la que los fariseos querían tenderle una trampa. Querían ver si Jesús sanaba a un hombre con una mano paralizada un día de reposo, violando así ese mandamiento. Jesús, entonces, le pregunta a los fariseos “¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?” (Lucas 6:9). Jesús formulaba preguntas con la intención de detener a la gente a considerar cosas muy importantes.


En el caso que estamos estudiando, Jesús quería que este joven se detuviera a pensar en lo que significaba dirigirse a él como “Maestro bueno”. Lo primero es que está reconociendo la autoridad de Jesús para enseñar y se coloca en la posición de estudiante. Lo otro es que le llama “bueno”. Esta es la parte que más nos interesa. Esta palabra viene del griego agathos y se define como: “útil, distinguido, honorable”, etc. Aquí entramos en la polémica del porqué Jesús le hace la pregunta: “¿Por qué me llamas bueno?” Es importante que nos fijemos que Jesús no dice “No me llames bueno”, él sólo hace la pregunta, creo yo, buscando que este hombre piense en lo que acaba de decir y lo que implica que una persona reconozca que Jesús es el Maestro bueno. Recordemos que Jesús conocía el corazón de este hombre, sabía sobre sus dudas, sus luchas, las cuales se ven plasmadas la pregunta “¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”(verso 17).


Por otro lado, Jesús dice “Nadie es bueno sino sólo Dios”. Nuevamente, él no está diciendo “yo no soy Dios”, sino que al contrario, la única forma en la que podría ser bueno es si fuera Dios, por lo tanto, si alguien le llamaba “bueno” reconocía que era igual a Dios. En resumen, Jesús lo está preparando para lo que le va a decir. Es como si le dijera: “Si de verdad reconoces que soy el Maestro bueno, que tengo la autoridad de Dios, me obedecerás. Esto es lo que debes hacer: vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme.”


Seguir a Jesús es una decisión que afecta toda nuestra vida. La adoración no se trata solo de decirle algo lindo a Dios, sino de vivir conforme a eso que le estamos diciendo. No se trata solo de decir “Maestro bueno”, se trata de escuchar su voz y seguirla. Se trata de obedecer lo que ese Maestro bueno tiene que enseñarnos. Este hombre estaba dispuesto a decirlo, pero no a experimentar en su propia vida el que Jesús fuera su Maestro bueno. Decidió no obedecerlo y se fue triste. Cosa que me llama mucho la atención. Alguien dijo que te va a costar seguir a Cristo, pero te costará más no hacerlo. Por supuesto que Jesús es bueno, es nuestro Maestro bueno. La pregunta es si estamos dispuestos a vivir conforme a eso.


Fuente: 180magazine

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