lunes, 21 de julio de 2008

Bajo Construcción

Todos hemos visto esta advertencia – en una calle, en un edificio o en un lugar histórico. Ahora, imagínate que tuvieras una cinta amarilla que prohibiera el paso a las diferentes áreas de tu vida. ¿Cómo te sentirías si otros pudieran ver que no estás terminado en algunas áreas? Vivir con áreas que no han sido restauradas es un riesgo que no debemos tomar. En ocasiones interpretamos la restauración como una palabra que nos gusta escuchar y la visualizamos como una experiencia de un instante y de un milagro poderoso de Dios sobre nuestras circunstancias.

Sin embargo, existen áreas en nuestra vida que requieren de un trabajo intensivo de sanidad y restauración. Un edificio en remodelación necesita de tiempo y de procesos – cada proceso requiere un orden y para esto se necesita dirección. La restauración es como un proceso de remodelación, requiere que se planifique el proceso, se diseñe, se comience y se termine. El primer paso para la remodelación es impedir el paso de aquellas cosas que no tienen nada que ver con el proceso. Será necesario poner la cinta amarilla, rotular con letreros de “Peligro” y “Precaución” y además permitir que sólo entren aquellos que tienen que ayudar para que el proceso se realice.

Nuestra advertencia tiene que ser firme: “¡Cuidado! ¡Estoy en remodelación!” Estás en un proceso que requiere tu total atención – no tienes tiempo para detenerte, no es tiempo de trabajar en otras cosas, es tiempo de permitir que Dios trabaje en TU VIDA.

Este punto es importante, muchos siguen intentando hacer cosas para Dios, trabajar como líder, ayudar a otros, utilizar sus talentos, hasta intentar ayudar a restaurar a otros en las mismas áreas que aún no han restaurado ellos. Mis amigos, esto no es prudente. Nunca utilizarías un edificio en remodelación para hacer un concierto. Si el edificio no está terminado puede ser incómodo, poco inteligente y hasta peligroso. Trabajar sin estar restaurado puede ser peligroso para los que pretendes ayudar y para ti. Pablo le dijo a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1 Timoteo 4:16).

Necesitamos cuidarnos de nosotros mismos. Podemos ser los responsables de que la remodelación no se realice por completo y que, sin terminar, hagamos una inauguración adelantada de un edificio que comenzó un proceso muy bien diseñado, pero sin un final correcto.

La remodelación cuesta mucho, por eso algunos prefieren decir que están en un proceso de remodelación siempre. Éstos se la pasan en el mismo proceso y son como esas carreteras que nunca se terminan de arreglar. Los procesos necesitan tener un principio y un fin. No podemos estar siempre en el mismo proceso – es tiempo de trascender. Necesitamos comprender que una restauración profunda nos prepara para poder restaurar a otros, pero debemos ser restaurados para poder restaurar.

Recuerda que todo obra para bien para los que aman a Dios, así que toma cada proceso en tu vida como una instancia para crecer y mejorar. No te quedes pensando en lo que pudo ser tu vida, es tiempo de que siembres buenas decisiones para que luego coseches resultados poderosos. Lo importante es que cuando un proceso requiera de tu total atención y esfuerzo, estés dispuest@ ha detenerte a remodelar. El tiempo de la remodelación lo determinan tus actitudes. La bendición de Dios esté sobre ti.

Importante: 3 pasos prácticos para la restauración

1. Reconoce que es tiempo de ponerte la cinta amarilla. Es tiempo de detenerte a trabajar esa área que sigues arrastrando por tanto tiempo. Es tiempo de no buscar más cosas para hacer que impidan que este proceso comience. Dios anhela restaurarte, pero necesitas renovar tus actitudes hacia los procesos.

2. Confiesa y busca ayuda. En Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros para que seas sanados.” La confesión trae sanidad y libertad. No podemos resolver esto solos: necesitamos de otras manos que nos ayuden con su motivación, experiencia, fuerza y dirección. Nuestros pastores y líderes tienen palabras de aliento y de solidaridad con nuestros procesos. Te sorprenderá saber que tus líderes también han pasado por procesos como el tuyo y hoy en día están en otros nuevos procesos.

3. Continua firme hasta terminar. La vida es un libro lleno de capítulos, unos alegres, otros tristes, pero todos de crecimiento. Ese crecimiento lo podemos llamar madurez – sólo aquellos que están dispuestos a terminar los procesos son maduros. La disciplina provoca que podamos terminar lo que comenzamos. No te rindas, con la ayuda del Señor lo lograrás y podrás hacer la mejor inauguración de todas: la de una vida llena de frutos hermosos que fueron sembrados en medio de los procesos costosos de la restauración.

Fuente: 180 magazine

0 comentarios: