martes, 8 de julio de 2008

Uno menos del Montón - 1ra Parte

Por: Lucas Leys

Hayamos pensado en eso o no, todos tenemos hambre de ser parte de algo mayor a nosotros mismos.


Desde que éramos chicos luchamos por pertenecer y ser aceptados. Nos entristecimos cuando nos perdimos alguna aventura por no estar en el lugar indicado y hasta casi nos ofendimos si fue porque no nos invitaron. Es que el ser humano nace con una necesidad de sentirse amado y también realizado. Eso explica por qué hay gente que parece tenerlo todo y sin embargo vive infeliz y siempre deseando tener más.

Todos venimos de fábrica con una etiqueta invisible que dice: funciona mejor si lo usa el Señor.


Ser parte de la iglesia significa ser parte de la misión más emocionante y trascendente del universo; rescatar a un mundo perdido y re capturar a toda la creación bajo el Señorío de Cristo. Tú y yo tenemos el privilegio de haber sido convocados por el soberano Creador del universo para una misión única y especial. Algunos creen que es imposible y por eso han desistido o se han conformado con quedarse en la base, por algunos llamada templo – otros están listos para convertirse en agentes de la infiltración.

Tiempo de ocupar tu lugar

Eres especial, ¿Puedes decirlo? - Mira las palmas de tus manos; Hay algo único, singular y particular en ellas. Nadie en la historia de la humanidad tuvo, tiene o tendrá tus idénticas huellas digitales. Nadie en la historia de las civilizaciones podría hacer la misma marca que tu puedes hacer en el polvo de la tierra si apoyas con fuerza tu dedo en él. Es que eres especial. Una única y maravillosa obra maestra de Dios creada con el propósito de dejar en el mundo una marca que nadie más puede hacer.

Hace no sé bien cuantos años estabas en una carrera. – Si - pasada la largada comenzó una carrera que por momentos parecía que ibas a perder. Estabas adelante, te pasaban, ganabas, perdías. Tenías a tu lado unos 3 millones de competidores. Cualquiera de ellos podía ganar pero tu fuiste quién ganó ¿Qué sucedió? Naciste. Una cantidad increíble de espermatozoides salió de tu papá el día de tu concepción, pero fue el tuyo el que fecundó el óvulo de tu mamá. Yo no sé si ellos lo esperaron. No sé si fue un plan de años o un descuido del momento para ellos, pero si sé que Dios estaba esperando que tu ganes.

Dios nos escogió en Él antes de la creación del mundo...en amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su amado... Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. Efesios 1:4-6 – 2:10.

Hablemos de tu salvación ahora. Eres tan especial para el Rey del universo que si nadie más en la tierra hubiera necesitado de un salvador y solo tú hubieras necesitado que Cristo hubiera muerto en la cruz del calvario, Dios hubiera enviado a su hijo a morir solo por ti. Si, leíste bien. Si nadie de los que conoces o te imaginas que poblaron la tierra hubiera necesitado el sacrificio de Cristo y hubieras sido la única persona que hubiera necesitado la muerte del salvador, Él lo hubiera hecho solo por ti. ¿Te parece muy fuerte? Fue el mismo Jesús el que dijo que el Padre no quiere que ni aún uno se pierda (Mateo 18:14, Juan 6:39).

Tú eres la única persona que piensa con tu mente y siente con tu corazón. Todos somos administradores de lo que nos dio el creador y principales responsables de crear nuestro futuro en nuestro presente. Nadie puede cambiar tu mundo sin tu ayuda. No es tu responsabilidad ser mejor que otros pero si superarte cada vez para darle al mundo tú única y especial fragancia, esa que nadie más puede dar.

Alguien que sabe que es especial no se rinde cuando algún sueño se le cae. Sabe que los sueños caídos son igual que los limones caídos del limonero. Uno puede pisarlos o con ellos hacer limonada.

No hace falta una voz fuerte para ser escuchados sino algo que realmente se merezca que otros lo escuchen. Por eso es que no hace falta decir lo que otros ya dicen o lo que el resto ya sabe. Habla desde tu corazón y podrás comunicarte con el corazón de los demás. Deja la superficie, sumérgete en las necesidades de otros a tu alrededor y seguirás descubriendo todo lo especial que Dios quiere hacer con tu vida.

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