sábado, 8 de noviembre de 2008

Creación Max

¿Quién no ha ido una tarde a la playa y se ha quedado parado frente al mar contemplándolo? ¿Quién no se ha quedado – atónito – mirando una luna llena, un amanecer o un atardecer a la orilla de la playa? ¿Quizás una noche estrellada recostado en una hamaca? No hay duda de que hay estampas de nuestra naturaleza que no tienen comparación: no hay palabras para describirlas y sólo ameritan que las observemos y nos deleitemos con su perfección y hermosura. Todas y cada una de las cosas que componen el universo fueron creadas por Dios y, en cada aspecto de Su incomparable creación, podemos ver reflejado Su poder y Su grandeza.

Es impresionante saber que Dios creó todo este esplendor con Su sola palabra. “Hágase la luz” ¡Y al instante hubo luz! (Gen. 1:3). Y así iba creando el cielo, el mar, las estrellas, los animales (marinos y terrestres) – todo con una sola palabra: “Hágase”.

Imagino que mientras Dios creaba, contemplaba lo que hacía pero se daba cuenta de que faltaba algo más. Algo que fuera creado a Su propia imagen y semejanza, alguien que tuviera Su propia esencia, una criatura que reflejaría Su gloria. Sería como el David de Miguel Ángel, como la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, como la 5ta sinfonía de Beethoven, pero mucho mejor - sería la creación máxima de Dios.

Así que Dios llamó a la otra parte de Él mismo (Hijo y Espíritu Santo) para comenzar a trabajar. Pero esta vez sería diferente. Esta vez no iba a limitarse a decir “Hágase”. Eso había sido suficiente para todo lo demás – pero no esta vez. Dios sabía que en esta ocasión se requería mayor dedicación, mayor esmero, esfuerzo y atención. Él no podía dejar ningún detalle sin afinar, no podía permitir que nada quedara al azar, no era algo liviano ni superficial lo que se proponía hacer. Dios estaba a punto de crearte.

“Hagamos ahora al ser humano tal y como somos nosotros” (Gen. 1:26). “Entonces Dios tomó un poco de polvo, y con ese polvo formó al hombre. Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir” (Gen. 2:7). Nota los verbos: hagamos, tomó, formó, sopló, dio. Imagino a Dios creándote. Tomando el polvo, formando tu silueta, soplándote de su aliento de vida, de su esencia divina, y dándote vida. Desde ese momento Dios quedo plenamente enamorado de ti.

¿Qué irónico verdad? Tú y yo nos asombramos, quedamos perplejos y anonadados ante la belleza de un gran paisaje o estampa de la naturaleza. Pero Dios, el Creador de todo lo que existe, se queda asombrado, perplejo y anonadado cuando nos contempla a ti y a mí. Para Dios tú eres el mejor paisaje, la mejor estampa. Para Dios no tienes comparación, no hay palabras para describirte, sólo provocas que Él se deleite de continuo con tu perfección y tu hermosura. Fuiste creado para Él. Dios sabe cual es tu potencial, sabe lo que puedes dar y sabe lo que puedes hacer si descubres el gran tesoro que puso en ti. Él conoce tu diseño y sabe cual es tu destino. Su anhelo es que conozcas cual es Su propósito para tu vida, que camines en él y disfrutes de Su vida abundante.

Ser la Creación Máxima no es cualquier cosa. Tío Ben le dijo a Peter Parker en la película del Hombre-Araña: “Con gran poder, vienen más responsabilidades.” Mientras más poder se nos da, más responsabilidad se nos demanda. Y si bien es cierto que Dios tomó de su tiempo y se dio a la tarea de hacerte a la medida y soplar en ti su esencia divina, también es cierto que ser Su obra maestra trae consigo implicaciones muy serias. Implica un cambio radical en nuestra forma de pensar y de vivir; implica vivir a la altura de lo que Dios espera de cada uno de nosotros; implica conocer quien es Dios en nuestra vida; implica comenzar a vernos como El nos ve y que otros lo vean a El a través de nosotros. Es imposible saber que somos la más grande y perfecta creación de Dios y vivir una vida monótona, aburrida, estática, cíclica, rutinaria y sin crecimiento. No es posible que conociendo tan grande verdad permitamos que nuestras circunstancias y nuestro entorno definan lo que somos y hacia dónde vamos. Dios puso en ti creatividad, dones, talentos, habilidades, virtudes y cualidades no sólo para que los despliegues y experimentes una vida de gloria en gloria, de triunfo en triunfo y de victoria en victoria. Dios las puso en ti para que, en el proceso que atravesarás de una gloria a otra, tengas la confianza y la certeza de quién eres, de quién está en ti y quién está contigo.

No es coincidencia que nos haya tocado vivir en tiempos tan difíciles. Los problemas que estamos confrontando como cultura y como especie son cada vez mayores y más críticos. El cuadro en el mundo no es muy alentador. Pero estoy convencido de que esta es la generación que hará una diferencia real y auténtica. Una diferencia que no se medirá por la ropa que use ni por el peinado que lleve ni por el color de pelo que tenga o la jerga con la que hable. Se definirá por jóvenes con una pasión ardiente por Dios y un amor incontenible por Cristo y Su sacrificio. Nos toca a nosotros. Romanos 8:19 dice que “el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”. Es tiempo de que la creación más perfecta de Dios se levante y tome la posición que le corresponde. Es tiempo de vivir a la altura de lo que somos: la Creación Máxima de Dios.

Fuente: 180magazine

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