domingo, 3 de agosto de 2008

Un nuevo corazón

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros... y pondré dentro de vosotros mi Espíritu. (Ezequiel 36:26-27).

Una transformación radical


El hombre es básicamente pecador, tan incapaz de mejorarse a sí mismo como de ser mejorado.


Dios nunca repara lo que el hombre arruinó; le ofrece una nueva naturaleza, una vida que es la de Jesucristo, de la cual podemos apropiarnos. ¿Cómo? Por la fe en el Salvador muerto en la cruz para expiar nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. El cristiano es, pues, alguien en quien existen nuevas necesidades y nuevos afectos. Lo que amaba antes de su conversión dejó de tener importancia para él. A la inversa, lo que antes no le atraía -por ejemplo, la lectura de la Biblia, las reuniones cristianas y sobre todo la persona de Jesús-, ahora es su gozo. No son las cosas que abandona ni las que descubre las que han cambiado: es su corazón. Una transformación radical de su manera de pensar le hacer ver a Dios, a los hombres, al porvenir y a sí mismo bajo un aspecto completamente nuevo. Esta transformación no tendría que pasar inadvertida para los que lo conocen.


Por desdicha, frecuentemente los que profesan ser cristianos no se diferencian de los que no confiesan a Cristo. Es cierto que muchos de los que pretenden ser cristianos nunca pasaron por "el nuevo nacimiento" y su corazón no ha cambiado.


Si somos hijos de Dios, nacidos de nuevo, dejemos que el Espíritu Santo nos hable de Cristo, vivamos de él y para él, ¡para la gloria de Dios!


Fuente: cristo.cl

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